Desde que era un cachorrito, había estado con él. Su amor incondicional había ocupado un gran espacio en su corazón durante muchos años. Seguía sus pasos a donde quiera que fuera, dispuesto a acompañarlo en cualquier aventura, ya fuera peligrosa o infantil. Su amor no distinguía entre actos bondadosos y oscuros, incluso aquellos disfrazados en sarcasmos que solo el ser humano puede descubrir. Si su amo brincaba, él también brincaba; si corría, él lo perseguía. Era como una imagen reflejada en un espejo, siempre complaciente y fiel, deseando ser igual para ser parte importante de su familia.
El día en que se conocieron fue verdaderamente mágico. Sus ojos parecían iluminar la habitación oscura en la que había pasado toda su vida junto a otros perros de diversas razas, tamaños, sexos y edades. La familia lo sostuvo en sus brazos, acariciándolo como si le dieran la bienvenida a un nuevo miembro, mientras tímidamente respondía a ese amor maternal que nunca antes había experimentado con los de su especie. La felicidad inundó sus sentimientos y se mezcló con los escasos momentos de alegría que había conocido hasta ese momento, como cuando le daban de comer, lo más cercano a la felicidad que había sentido. Alguien desconocido le brindaba un afecto que él no sabía cómo merecer.
Con su pequeño tamaño, este perro demostraba una valentía inigualable. Ante cualquier indicio de peligro, no dudaba en ladrar con fuerza, ahuyentando a los extraños con su imponente actitud. Aunque sus ladridos solo lograban espantar a las gallinas del vecino, él se sentía orgulloso de su papel como guardián del hogar. A pesar de su sentido del deber, no podía resistirse a jugar con las visitas de confianza, y a menudo se escondía el rabo para evitar bañarse, convirtiéndose en un personaje encantador de la familia.
Su amo era el centro de su vida canina, y juntos formaron una amistad inquebrantable. Pasaban todo el día juntos y dormían juntos cada noche en un rincón del cuarto. Él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para proteger a su amo de cualquier peligro, incluso dar su vida por él si fuera necesario. Quería que su amo siempre supiera que podía contar con su lealtad y amistad, a pesar de ser solo un niño un poco mayor que él en términos de edad canina.
Una noche, mientras dormían, una serpiente se coló en la habitación. Aunque su sigiloso avance le dio una ventaja inicial, el guardián de la casa no tardó en hacerle frente con fuertes ladridos que despertaron al amo. Con el pequeño dueño despierto, el guardián se sintió más valiente, pero sabía que no tenía ventaja frente a aquel depredador nato. A pesar de todo, se mantuvo firme, tratando de disuadir a la serpiente de abandonar la habitación. Pero la paciencia del amo se agotó, y terminó lanzando al guardián hacia la serpiente. Todo ocurrió tan rápido que el pobre animal no tuvo tiempo de reaccionar antes de ser atacado y enredado por el cuerpo largo del reptil.
En medio del caos, el guardián gritaba desesperadamente, pidiendo ayuda a su amo una y otra vez mientras luchaba por su vida. Pero el niño, lejos de acudir en su auxilio, brincaba de alegría en la cama, ajeno al peligro que su mascota estaba enfrentando. Finalmente, el guardián cayó en silencio, víctima de la serpiente y la ignorancia humana.
En su último suspiro, el guardián entendió la cruda realidad de la vida: los seres humanos no eran tan diferentes a los animales, y su supuesta superioridad no los hacía menos salvajes o peligrosos. Con este pensamiento en mente, el guardián murió, recordando siempre la amistad que había compartido con su amo, pero también consciente del oscuro destino que su especie a menudo encontraba en manos de los hombres.
Después de la muerte del guardián, el amo se quedó solo y lleno de culpa al darse cuenta de lo valioso que había sido su amigo canino. El arrepentimiento lo atormentaba día y noche al reconocer que lo había tomado por sentado y tratado como una herramienta para su protección. Pero ya era demasiado tarde, y el guardián había partido dejando un vacío en el corazón de su amo. En su dolor, juró tratar a los animales como amigos y compañeros leales merecedores de respeto y amor. El amo entendió que la amistad y lealtad de un perro son inestimables y superiores a cualquier amor humano.